viernes, diciembre 16, 2005
EL ABUELO TIMOTEO
A Gema le gusta hacer dibujos de los Pokemon, y a su hermano Juan le gusta hacer aviones de papel. Su padre es representante en una fábrica de cortinas y está todos los dias de viaje. Su madre se pasa el día viendo telenovelas y programas del corazón. Pero ellos no se aburren nunca porque tienen a el Abuelo Timoteo.
El abuelo Timoteo es el hombre más divertido que los niños han conocido; nunca se está quieto, siempre está saltando y cantando. Está muy delgado, tiene los ojos rojos y muchos tics; huele muy raro, como a hierva quemada, y le gusta mucho jugar con los niños. Los dias de lluvia, cuando Gema y Juan no pueden salir al parque a jugar, se quedan en casa a jugando con el abuelo. Transforman la bañera en un barco pirata y el sofá en una nave espacial, el pasillo en una caverna y el perchero en la bestia que lo habita. Por las noches, el abuelo les cuenta unos cuentos tan maravillosos, que los demás niños vienen a casa a oirlos. El cuento que más les gusta es el de la Reina Maria, que vivia en la jungla y hacia felices a
todos los animales; hasta que un día vinieron los malvados hombres uniformados para encarcelarla. Pero, la Reina Maria quemó la jungla para cegarles con el humo, y escapó volando con los animales.
El abuelo Timoteo tiene un problema, según dicen Papa y Mama, y es que le gustan las pastillas, rojas, verdes y amarillas. Le dicen que son malas, y que no tiene edad para eso, pero él dice que son las pastillas las que le mantienen con vida y le hacen volar. Gema piensa que no pueden ser tan malas unas pastillas tan bonitas con esos dibujos de animales.
Un día, Juan le preguntó al abuelo: -¿Por que no me das una pastilla de esas de Picachu?- y el abuelo le contestó: -cuando seas muy viejo como yo y no tengas nada que perder- -no te entiendo- dijo Juan, y el abuelo le preguntó: -¿que tienes en los bolsillos?- -mis canicas- contestó Juan, y al ir a sacar las canicas para enseñárselas, se le cayeron al suelo porque tenia los bolsillos llenos. Entonces, el abuelo se sacó los bolsillos para afuera, y Juan pudo ver que los tenia rotos,
comprendiendo así lo que le decia.
Los padres de los niños, terminaron por cansarse de los excesos del abuelo Timoteo y decidieron ingresarle en una residencia donde no le dejaran tomar pastillas de color.
Gema y Juan echaban mucho de menos a su abuelo, y sus padres les llevaron a hacerle una visita a la residencia. Cuando llegaron a una sala fria con rejas en las ventanas, llena de ancianos serios y callados, vieron al abuelo Timoteo, aburrido y sen- tado, jugando al ajedrez con otro abuelo aburrido. Ya no saltaba ni cantaba, ni tenia tics. Tenia los ojos apagados y, aunque se alegró de ver a sus nietos, no sonreia como artes. Ya nisiquiera olia a hierva quemada, más bien olia a desinfectante.
Entonces, Gema se dio cuenta de que las enfermeras le hacian to-
marse unas pastillas blancas para tranquilizarle, y por eso ya no
era feliz.
Cuando llegaron a casa, Juan decidió trazar un plan para liberar al
abuelo. Cogerian cuerdas, llaves, linternas, una manta, y se escaparian
por la noche a rescatar al abuelo.
Aquella tarde, al abuelo Timoteo le sentó mal el pollo sin sal de la comida, y las enfermeras le dieron una pastilla para el estómago. Cuando vió que la pastilla era roja y amarilla, se le pusieron los ojos rojos e hinchados, volvió a sentir vida en su cuerpo, volvió a sentir ganas de saltar y cantar, y volvió a sentir ganas de volar. Se sentia capaz de abrir todas las rejas, salir volando con sus compañeros y amigos, y suscar el cielo, con sus imaginarias alas, hacia la libertad.
Por la noche llegaron Juan y Gema a la residencia y, como los mayores no suelen hacer caso a los niños, consiguieron colarse hasta la sala fria con rejas en las ventanas. Cuando abrieron la puerta, se encontraron con la sala vacia y las ventanas abiertas.
Alertados, los vigilantes de la residencia, se pusieron a mirar las habitaciones, y estaban todas vacias con las ventanas abiertas. Entonces los niños comprendieron que el abuelo Timoteo se habia fugado con los demás abuelos.
Cuando llegaron a casa, sus padres no les castigaron porque estaban impresionados con la fuga del abuelo. Gema piensa que los abuelos se fueron volando a una isla paradisiaca donde son felices. Juan cree que volaron hasta el aeropuerto y robaron un avión para hacerse piratas del aire. Su madre teme que estén detenidos en alguna comisaria. Su padre dice que habran terminado muertos en algún callejón.
Sea como sea y esten donde esten, tanto Juan como Gema, saben que ahora, el Abuelo Timoteo es libre.
El abuelo Timoteo es una versión libre de El abuelo Tomás de Stepan Zavrel.